El artista (al menos aquel que nació con el siglo XX) debe ser inquieto, molesto; debe ser lo contrario justamente que un ser acomodaticio; tiene que ser entonces una mosca cojonera. Y debe serlo antes y después de los premios y los parabienes. Es en el momento de los reconocimientos cuando se descubre si el artista está o no a la altura de su obra (y suele ocurrir que no).
Paradoja: podría ser que la carta que sigue (la que Sierra ha enviado a la ministra de Cultura) acabe siendo una obra de arte. Que hablé él:
Estimada señora González-Sinde,
Agradezco mucho a los profesionales del arte que me recordasen y evaluasen en el modo en que lo han hecho. No obstante, y según mi opinión, los premios se conceden a quien ha realizado un servicio, como por ejemplo a un empleado del mes.
Es mi deseo manifestar en este momento que el arte me ha otorgado una libertad a la que no estoy dispuesto a renunciar. Consecuentemente, mi sentido común me obliga a rechazar este premio. Este premio instrumentaliza en beneficio del estado el prestigio del premiado. Un estado que pide a gritos legitimación ante un desacato sobre el mandato de trabajar por el bien común sin importar qué partido ocupe el puesto. Un estado que participa en guerras dementes alineado con un imperio criminal. Un estado que dona alegremente el dinero común a la banca. Un estado empeñado en el desmontaje del estado de bienestar en beneficio de una minoría internacional y local.
El estado no somos todos. El estado son ustedes y sus amigos. Por lo tanto, no me cuenten entre ellos, pues yo soy un artista serio. No señores, No, Global Tour.
¡Salud y libertad!
Santiago Sierra
1 comentario:
ARTISTA. Así, con mayúsculas
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