viernes, mayo 30, 2014

Del pavor al embeleso

Reconozco que sentía miedo por no decir pavor con eso de volver al teatro. Tenía el listón altísimo después de asistir a esa maravilla llamada André y Dorine. Tanto que daba vértigo comparar cualquier cosa con la emoción que me sobrecogió al asistir a ese montaje de máscaras mudas con un mensaje tan profundo como el de Kulunka Teatro. De hecho, llevaba casi cinco meses sin asomarme a una platea ni nada parecido. Hasta que el otro día me animaron y me animé, sin pensármelo. Era también un trío en escena. Y una propuesta alternativa al teatro púramente convencional. Alternativa por medios sobre todo. Sin embargo, cuando una historia es buena, y ésta lo es sin duda, da igual que se plante un solo actor desnudo, sin decorado y sin ropajes, sólo con su alma y un texto que envuelva al espectador. Y la verdad es que la producción es sobria, pero no tanto. Hay un sofá, unas sillas, una lámpara... Poco más. Pero se vuelve a demostrar que el talento no sabe de parafernalias ni efectos especiales. La historia y la interpretación pueden lograr cualquier cosa. Y éste ha sido un buen ejemplo. Mi temor se disipó pronto. Pasada la primera parrafada introductoria, lo que menos me gustó, la obra y los actores remontan hasta convertir un planteamiento aparentemente sencillo en una proposición llena de matices, un mensaje profundo escondido entre risas y emoción. Pena que este tipo de experiencias las comparta tan poca gente. Algo casi clandestino. Es lo que sentí en la Sala Nada, un espacio realmente curioso y, visto lo visto, templo cultural a tener muy en cuenta. Sólo confío en que esos programadores de festivales de teatro que, por suerte, abundan por nuestras latitudes se fijen en Píntame. La obra de David Ramiro, que él mismo se ha animado a dirigir junto a Román Reyes y Sergio Lardiez, es asequible, para todos los públicos. Sin barroquismos escénicos ni ínfulas presuntuosas. Tu mente llegará hasta donde quiera llegar. Gracias, también y por supuesto, a tres actorazos que conjugan juventud y desparpajo con una buena dosis de tablas, que no dudo que les hayan inculcado en una buena escuela, pero que tienen que ser innatas. "El que tiene padrino se bautiza" sentencia el aforismo. Espero que Adriana Salvo, Javier Server e Iker Azkoitia lo encuentren pronto. Es pecado que tanto talento pase desapercibido. 
PD: Destacable también la galería de arte Montsequi, que se ha volcado patrocinando esta obra. Chapó por ellos también.