Rainer Maria Rilke sintetizó la idea de tantos: "La verdadera patria del hombre es la infancia". Sin duda. A ese lugar mítico, a ese El Dorado (este vivido y habitado) se remite nuestra esencia y se remite (habitualmente) lo mejor del ser humano que somos.
En cada sonrisa, en cada estremecimiento, en cada entusiasmo, incluso en cada ensimismamiento de la persona que hoy somos está el niño que fuimos. Cada entusiasmo de nuestro presente es un viaje a ese niño, ese que seguimos siendo, porque pobre de aquel que ya lo haya dinamitado (ya se sabe, la vida es un proceso de derribo).
De ese viaje que comento no se me ocurre mejor ejemplo que la emoción de quien come-disfruta-emociona en El Bulli. Porque en definitiva lo que Ferrán Adriá consigue es que regresemos a la verdadera patria, a la infancia. Sus creaciones nos sorprenden y despiertan en nosotros sensaciones que ya creíamos dormidas.
Comer en El Bulli, quiero decir, disfrutar de las invenciones de Adriá y los suyos, es tanto como sonreir. Una sonrisa incrédula, divertida, sorprendida, maravillada... la sonrisa del niño, la sonrisa del primer placer, del primer disfrute, del primer embeleso, la sonrisa de quien se siente vivo y privilegiado por vivir.
(En la foto del Catálogo de El Bulli, Barbapapá con menta, coco, curry y tamarindo).
2 comentarios:
Chema, anoche estuve en un cóctel de bienvenida de la delegación brasileña del Congreso Nacional de Medio Ambiente en el Casino de Madrid. Y me acordé de ti. El cóctel estaba diseñado por Ferrá Adriá. Muy rico todo, menos la emulsión de mozzarella, que no me supo a nada, y una mousse de bacalao. Probé un salmón delicioso y unos postres riquísimos. ¡Qué pena que olvidé el tupper...
Joooooooooooooo... yo quiero!!!! Y tu sin tupper, ¿seguro?
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