sábado, diciembre 03, 2011

Apuesta segura

El día que murió Amy Winhouse me encargué de hacer el reportaje en Informativos Telecinco. Tuve esa suerte. Y más no siendo mi campo. Pues ese mismo día 23 de julio aposté que saldría un disco póstumo antes de Navidad. Sabía que no había riesgo. Obviamente, he ganado. Muchos artistas venden más de muertos que de vivos. Y los que fallecen de repente están entre los favoritos. La reacción es inmediata. Al igual que a un literato se le multiplican las ventas nada más ganar el Nobel, el mundo de la música reacciona de idéntica manera con los decesos. Amy volvió a colocar (dicho sin ningún doble sentido) su Back to black en los primeros puestos de las listas de ventas. Incluso Frank, su primer trabajo, repuntó. Imagino que muchos descubrieron incluso esos días que la Winhouse tenía un disco anterior al exitazo del álbum de Rehab.

Yo mismo descubrí su primer long play después de escuchar su segundo, allá por 2006. Rocío, cazatendencias donde las haya, lo trajo a casa el mismo día que salió a la venta en España. Back to black fue una compra excelente. Yo me encargué de adquirir Frank. Y lo conseguí a buen precio. Habían pasado 3 años desde su edición. Y habían transcurrido para ese cedé sin pena ni gloria en nuestros lares. Pero ese segundo trabajo fue un bombazo. Se emborrachó (dicho, sí, con doble sentido, pero con todo el cariño) de premios y éxito.

De fama y precipicios se ha escrito mucho. No gastaré ni un carácter más. Prefiero decir que Amy me gustaba. Ella, por descarada. Y su voz, por todo. Ese timbre, ese color... Qué potencia. Cómo envolvía. Pena que sus últimos conciertos fueran deplorables. No sé cómo se puede permitir que esas cosas ocurran. Sólo espero que ahora no se beneficien aquellos que simplemente la dejaron caer. O que no hicieron nada, aunque poco se pudiera hacer. Así que simplemente me seguiré quedando con la artista, que en este nuevo disco despedida (apuesto ya que no será el último) vuelve a demostrar que esta pequeñita era muy grande. Gracias Amy.


Lioness: Hidden Treasures sale a la venta este 5 de diciembre. 12 temas grabados entre 2002 y 2011. Unos, versiones. Un par, nuevas composiciones de Amy. Todos, inéditos. Y en todos, ella. Aquí os dejo con otros tres que ya se pueden escuchar por Internet. El primero, Body And Soul, un dúo con Tony Bennett, que quedó maravillado con esta colaboración. Así que como hizo él, disfrutadlos.







Más información en http://www.amywinhouse.com/

¡Todas a la cárcel!... al son del jazz


Me gusta la música. Me encanta. Toco (más bien tocaba) tres instrumentos y, aunque nunca lo he puesto en mi currículum, tengo completa la carrera de solfeo. Pues los musicales no me van. Entiendo que será la combinación de elementos la que me chirría. Aún así, he visto unos cuantos. El último, uno de los que más fama acarrean. Como que tiene película y todo. De hecho, una persona con mis mismas reticencias (no le saques más allá de Siete novias para siete hermanos) ya me había hablado -bien- de ella, de la película. Me refiero a Chicago, esa historia carcelaria, basada en un hecho real, ambientada en la capital de Illinois en los años 20.

jueves, noviembre 17, 2011

De raras fobias filiales

Estaba preparando esta entrada (Valeria lo sabe, se lo comenté hace un par de semanas) sobre José Donoso cuando hoy se me ha precipitado al blog. Acabo de leer en el diario El País que Pilar, su hija, ha sido hallada muerta en su casa de Santiago de Chile. Ocurrió el martes 15 de noviembre. Descansa en paz, Pilar. Buscaré, para honrarla, tu memoria, la que dejaste escrita en Correr el tupido velo y con la que acabaste compartiendo editorial con tu padre. Alfaguara editó la única obra de Pilar Donoso, ese repaso a la atormentada vida familiar, el año pasado. Este 2011, en julio, acabó de reimprimir El lugar sin límites, una de las novelas cumbre de su progenitor.

El escritor y periodista José Donoso la escribió en 1966, pero sigue teniendo una vigencia punzante y vital. Una historia nocherniega de latifundio y lenocinio que juega con la identidad, las ansias y los sueños enmarcados en el universo propio del autor chileno. Todo un acierto recuperar la historia de la Manuela. Historia que, como en muchos casos, alguien se ha encargado de traspasar a la gran pantalla. Arturo Ripstein convirtió el papel en celuloide en 1977, como en otras ocasiones ha hecho con otros libros. Por poner dos buenos ejemplos, El coronel no tiene quien le escriba, obra homónima de Gabriel García Márquez, o La virgen de la lujuria, basada en el relato de Max Aub La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco. Sé que la adaptación de Ripstein de El lugar sin límites es una de los títulos claves de la filmografía del mexicano. Pero película de la que, de momento, y con todo el respeto, me voy a abstener. El libro abrió mi mente. No necesito una película para que me la cierre.

Un lugar sin límites está editada por Alfaguara

martes, noviembre 15, 2011

El chef ha muerto... ¡Viva el chef!

Veo que Ferrán Adriá ha escrito un libro. Muy bien. Enhorabuena. Pero puestos a leer algo de cocina y literatura, en plan bien mezclado, con buenos ingredientes y mejor sabor de boca, pues me quedo con una novela, ópera prima, de mi amiga Yanet Acosta. Sí. Sé que no es de buena educación hablar de los amigos. Sí. Sé que va contra el buen protocolo en la mesa. Pero de vez en cuando hay que coger las viandas con las manos y devorarlas con pasión. Es lo que me ocurrió cuando compré su libro. Sí. Lo compré. Ya he dicho que es amiga. Es más. Todavía no me lo ha dedicado. Eso quiere decir que hace tiempo que no nos vemos.

Como no me gusta revelar absolutamente nada de qué va el libro, sólo diré que es una historia de misterio ambientada en el mundo gastronómico. Una novela negra gastronómica si se prefiere. Cierto es que los que ronden ese universo notarán algunas referencias. Aunque la más clara no fue premeditada: la muerte de Santi Santamaría, uno de los cocineros españoles más reconocidos. Falleció en su restaurante de Singapur en febrero de 2011. Estaba con unos compañeros míos haciendo una entrevista. Se sintió indispuesto, intentó salir a tomar aire y se desplomó. Murió prácticamente entre los fogones, con el micrófono de corbata todavía puesto. Porque a veces la realidad supera la ficción. Aunque esta ficción, la firmada por Yanet Acosta, El chef ha muerto, esté sabrosona.

Más información sobre la obra en http://elchefhamuerto.wordpress.com/

El chef ha muerto, de Editorial Amargord

viernes, noviembre 11, 2011

Yo soy más de Astérix

En esta fiebre tintiniana que nos ha entrado aquí a todos, yo confieso que a mí ni fu ni fa. Que nunca me ha dado por el del flequillo. Reconozco que la peli que le han dedicado tiene mucho mejor pinta que las de los héroes galos. Y que estéticamente, para ser cool, puede quedar mejor colgar un cuadro basado en una viñeta o en una portada de la obra de Hergé que en una de Uderzo (y Goscinny). Pero yo me sigo quedando con Astérix. Y Obélix.

De hecho, Obélix y compañía fue el primer cómic de la colección que cayó en mis manos cuando no era todavía ni proyecto de persona. A partir de ahí, fui leyendo todos. Con el tiempo, me pegué el gustazo de comprarme la colección entera. En tapa blanda, una edición especial económica que salió, si no me equivoco, hace unos 15 años (o más, pero miedo me da calcularlo).

Seguro que Tintín será la bomba. Pero al igual que en la literatura, que pasé de golpe de los Hollister a Agatha Christie, yo ya andaba enfrascado en cómics de otro calibre para cuando me hubiera tocado leer algo del reportero y su perrito. Una vez cogí uno de los tomos del belga. Juro que me resultó aburrido por no decir otra cosa. No descarto que en otra ocasión vuelva a hacer un intento a ver si mis humores me colocan a la misma altura que los miles de devotos de sus aventuras.

martes, octubre 11, 2011

Historias paralelas y confluyentes

Regalar un libro es sano, pero complicado. A ti te habrá gustado (si es que te lo has leído, claro), pero a mí me puede horrorizar tranquilamente. Y no te digo nada si no coincide en absoluto con los gustos propios. ¿Será que no me conoce? ¿Cree que soy así? Menuda paranoia. Elegir un éxito puede ser una solución. Un autor reconocido ayuda a acertar. Pero lo hace en la misma proporción con la que el regalo pierde personalidad. Cuando regalo un libro me gusta, al menos, que sirva para que esa persona descubra obra o escritor que, al menos a mí, me hayan llamado la atención. Y ya, acabo con la brasa previa inicial.

Para mi cumpleaños, una pareja de amigos me obsequió con una novela. Es de agradecer que viniera acompañada del tique de regalo. Aunque un regalo es un regalo. Y en mi caso no hacía falta. Además, se daban dos circunstancias: Una, que esta pareja tiene buen criterio. También lector. Y, dos, que acababa de volver de un viaje por escandinavia y el Báltico. En concreto, pasé por Estonia y Finlandia. Y resulta que la escritora es Sofi Oksanen, finlandesa. Y el libro, Purga, está ambientado en Estonia.

sábado, septiembre 10, 2011

Airbag, el cóctel agitado pero no revuelto



Si por algo se caracteriza buena parte de la música que inunda radios y cadenas de videoclips es por la ñoñería. También porque un tío feo se rodee de chicas explosivas. O chicas explosivas exclusivamente que intentan demostrar que Traci Lords o Jenna Jameson eran unas castas, cándidas y puras. También hay artistas increíbles y vídeos musicales que se merecerían un Oscar.

domingo, agosto 28, 2011

Guetta, que no jeta




Un poco vividor, sí. Pero es lo que tiene la noche. Siempre he admirado a los discjockeys que aportan valor añadido. Para pinchar discos, vale cualquiera. Para crear una línea musical coherente, la cifra se reduce. Y casi se queda en la mínima expresión si añadimos otra incógnita a la ecuación: fusionarse con el público.

sábado, agosto 27, 2011

Llega la colectatura (on-line, pero versión papel)



No. No es nuevo. No es la primera vez que VVAA firma un libro. Ni siquiera una obra única y de ficción. Pero no puedo empezar tan negativo. Arranco otra vez.

Parece mentira. De lleno en la segunda década del siglo XXI y todavía hay cosas nuevas por hacer y descubrir. Y yo sin gorro de plumas. Tengo que revisar mi fondo de armario aventurero. No así mis estanterías, porque acabo de terminar toda una novedad, un experimento narrativo que surgió on-line pero se ha hecho carne de papel.

Abro paréntesis. Hablar de carne de papel me ha recordado una novela fantástica en todos los sentidos y que, en su propia edición, también resultó un experimento curioso. La gente de papel, del mexicano Salvador Plascencia, editada por Mondadori. Cierro paréntesis.

viernes, agosto 26, 2011

Steven 'Súper cómodo' Spielberg

Sólo había escuchado dos comentarios sobre la película. Uno, que era como volver a la infancia, un homenaje a ET o Los Goonies. Otro, que ya se entendía el final insatisfactorio de Perdidos: J. J. Abrams estaba con la cabeza en este trabajo en vez de rematar una serie que, pese a todo, sigue siendo uno de los mejores trabajos televisivos en mucho tiempo. Aunque muchas veces resulta imposible, me gusta ver las películas sin saber absolutamente nada del argumento. Y ésta fue una de esas ocasiones. Lo único, que con esa información previa había que prepararse en condiciones. Si era un homenaje a nuestros 'clásicos', había también que poner de nuestra parte. El cine Capitol, en la Gran Vía madrileña, nos ofrecía la cinta en la sala 1. Perfecto. Sala grande, como hace años. A eso le añadimos un combo de palomitas que resultó un cubo casi de los de pasar después la fregona.

sábado, abril 02, 2011

La esencia de la esencia

Lápiz y papel. Es lo básico. Lo esencial. Seguramente la materia prima que todos nos hemos animado a usar cuando en el pupitre nos creíamos artistas. Sin pretensiones. O con ellas. Y ese espíritu primigenio cala en la obra de Ignacio Alcázar. Trazo tan firme como onírico, arrancando jirones de esencia a una realidad cotidiana. Coloco la vista en un plano, me quedo con una parte y cuento una historia. Me gusta. Y la mezclo hasta saborear una metáfora visual que no ha hecho nada por esconderse. Veo y oigo. Ruidos, melodías, susurros. Cada obra, una escena. Cada escena, un espíritu de diseñador y arquitecto, pero ante todo, de un artista. Y un retratista. Porque con dos o tres detalles, un par de ojos, pelo y poco más, a veces nada más, logra introducirte en su universo. Lo mejor, que te capta, que lo consigue, que eres tú en todo. La esencia de la esencia

La exposición, en la galería Movart de Madrid, que a partir del día 5 colgará la obra de Miguel González de San Román. Tiene también muy buena pinta.

viernes, marzo 11, 2011

El resurgir de la Zarzuela


Jugaba el Real Madrid. ¡Y retransmitido por televisión! Sin embargo, el Teatro de la Zarzuela estaba prácticamente lleno. Que no se entere Mourinho. Me avisó el director de la Delegación del Gobierno de Navarra en Madrid (bueno, a mí y a un montón de navarros más) de que estaba en cartel una composición de mi vecino Joaquín Gaztambide. Estreno de una artista para más señas, con la que el tudelano triunfó en 1852 y que vuelve a escena siglo y medio después con una coproducción del Ministerio de Cultura y el Ayuntamiento de Oviedo. Me encanta la música. Ya lo siento. Y no podría ser objetivo. Pero la verdad es que todo el mundo salió encantado. Y las críticas que he leído por ahí, firmadas y anónimas, hablan maravillas de la sesión doble que ha programado el Teatro de la Zarzuela. Destaco una al azar: "De lo mejor que he visto en los últimos años". Lo suscribiría, pero

martes, enero 25, 2011

Buena impresión (digital)

Lo mejor del arte es que te lo puedes encontrar en todas partes. Sólo hay que mirar con ojos de querer toparte con él. O descubrirlo de manera formal, como una exposición, pero en un Centro Cultural de barrio sin grandes pretensiones. Por ejemplo, el otro día, al salir de hacer como que me doblaba en yoga (y madrugo, que conste, para acudir a la clase, en La Elipa) me paré en la muestra Entre sombras (obra gráfica 2007-2010), de Enric Bardera (impresiones digitales en papel y aluminio). Reconozco que después de un cuarto de hora de meditación la vida se ve de otra manera. Y también que no creo que acabe ninguno de estos ejemplares en El Prado o el Reina Sofía. Y que no pagué nada por visitarla, ya que la entrada es gratuita. Pero la interpretación y reinterpretación de lo cotidiano me pareció, como poco, curiosa. ¿Por qué un árbol desnudo no va a poder ser el origen de una concepción artística? Al contrario. El mundo que nos rodea es la verdadera esencia del arte. Sólo, como he dicho, hay que mirar de otra manera. O, simplemente, mirar.

Entre sombras (obra gráfica 2007-2010), hasta el 13 de abril de 2011 en el Centro Cultural de La Elipa, calle Santa Felicidad, 39, en Madrid.
 

lunes, enero 17, 2011

La cena con Sinde

Dejo aquí un texto bastante interesante escrito por Amador Fernández-Savater, editor de Acuarela Libros, en el que habla de la interesante cena que reunió a algunos representantes de la cultura con la ministra del ramo, para debatir acerca de la llamada Ley Sinde. He de decir que con este texto, más que convencer de una postura u otra, creo que al menos se pretende abrir el debate a soluciones alternativas y a una visión aperturista en relación a nuevas fórmulas de negocio y acceso a la cultura. Lean:


La semana pasada recibí una llamada del Ministerio de Cultura. Se me invitaba a una reunión-cena el viernes 7 con la ministra y otras personas del mundo de la cultura. Al parecer, la reunión era una más en una serie de contactos que el Ministerio está buscando ahora para pulsar la opinión en el sector sobre el tema de las descargas, la tristemente célebre Ley Sinde, etc. Acepté, pensando que igual después de la bofetada que se había llevado la ley en el Congreso (y la calle y la Red) se estaban abriendo preguntas, replanteándose cosas. Y que tal vez yo podía aportar algo ahí como pequeño editor que publica habitualmente con licencias Creative Commons y como alguien implicado desde hace años en los movimientos copyleft/cultura libre.

El mismo día de la reunión-cena conocí el nombre del resto de invitados: Álex de la Iglesia, Soledad Giménez, Antonio Muñoz Molina, Elvira Lindo, Alberto García Álix, Ouka Leele, Luis Gordillo, Juan Diego Botto, Manuel Gutiérrez Aragón, Gonzalo Suárez (relacionado con el ámbito de los vídeo-juegos), Cristina García Rodero y al menos dos personas más cuyos nombres no recuerdo ahora (perdón). ¡Vaya sorpresa! De pronto me sentí descolocado, como fuera de lugar. En primer lugar, porque yo no ocupo en el mundo de la edición un lugar ni siquiera remotamente comparable al de Álex de la Iglesia en el ámbito del cine o Muñoz Molina en el de la literatura. Y luego, porque tuve la intuición de que los invitados compartían más o menos una misma visión sobre el problema que nos reunía. En concreto, imaginaba (correctamente) que sería el único que no veía con buenos ojos la Ley Sinde y que no se sintió muy triste cuando fue rechazada en el Congreso (más bien lo contrario). De pronto me asaltaron las preguntas: ¿qué pintaba yo ahí? ¿En calidad de qué se me invitaba, qué se esperaba de mi? ¿Se conocía mi vinculación a los movimientos copyleft/cultura libre? ¿Qué podíamos discutir razonablemente tantas personas en medio de una cena? ¿Cuál era el objetivo de todo esto?

Con todas esas preguntas bailando en mi cabeza, acudí a la reunión. Y ahora he decidido contar mis impresiones. Por un lado, porque me gustaría compartir la preocupación que me generó lo que escuché aquella noche. Me preocupa que quien tiene que legislar sobre la Red la conozca tan mal. Me preocupa que sea el miedo quien está tratando de organizar nuestra percepción de la realidad y quien está tomando las decisiones gubernamentales. Me preocupa esa combinación de ignorancia y miedo, porque de ahí sólo puede resultar una cosa: el recurso a la fuerza, la represión y el castigo. No son los ingredientes básicos de la sociedad en la que yo quiero vivir.

Por otro lado, querría tratar de explicar lo que pienso algo mejor que el viernes. Porque confieso desde ahora que no hice un papel demasiado brillante que digamos. Lo que escuchaba me sublevó hasta tal punto que de pronto me descubrí discutiendo de mala manera con quince personas a la vez (quince contra uno, mierda para...). Y cuando uno ataca y se defiende olvida los matices, los posibles puntos en común con el otro y las dudas que tiene. De hecho me acaloré tanto que la persona que tenía al lado me pidió que me tranquilizara porque le estaba subiendo la tensión (!). Tengo un amigo que dice: “no te arrepientas de tus prontos, pero vuelve sobre los problemas”. Así que aquí estoy también para eso.

Quizá haya por ahí algún morboso preguntándose qué nos dieron para cenar. Yo se lo cuento, no hay problema, es muy sencillo. Fue plato único: miedo. El miedo lo impregnaba todo. Miedo al presente, miedo al porvenir, miedo a la gente (sobre todo a la gente joven), miedo a la rebelión de los públicos, miedo a la Red. Siento decir que no percibí ninguna voluntad de cambiar el rumbo, de mirar a otros sitios, de escuchar o imaginar alternativas que no pasen simplemente por insistir con la Ley Sinde o similares. Sólo palpé ese miedo reactivo que paraliza la imaginación (política pero no sólo) para abrir y empujar otros futuros. Ese miedo que lleva aparejado un conservadurismo feroz que se aferra a lo que hay como si fuera lo único que puede haber. Un miedo que ve enemigos, amenazas y traidores por todas partes.

Quien repase la lista de invitados concluirá enseguida que se trata del miedo a la crisis irreversible de un modelo cultural y de negocio en el que “el ganador se lo lleva todo” y los demás poco o nada. Pero no nos lo pongamos demasiado fácil y pensemos generosamente que el miedo que circulaba en la cena no sólo expresa el terror a perder una posición personal de poder y de privilegio, sino que también encierra una preocupación muy legítima por la suerte de los trabajadores de la cultura. Ciertamente, hay una pregunta que nos hacemos todos(1) y que tal vez podría ser un frágil hilo común entre las distintas posiciones en juego en este conflicto: ¿cómo pueden los trabajadores de la cultura vivir de su trabajo hoy en día?

Lo que pasa es que algunos nos preguntamos cómo podemos vivir los trabajadores de la cultura de nuestro trabajo pero añadiendo (entre otras muchas cosas): en un mundo que es y será infinitamente copiable y reproducible (¡viva!). Y hay otros que encierran su legítima preocupación en un marco de interpretación estrechísimo: la industria cultural, el autor individual y propietario, la legislación actual de la propiedad intelectual, etc. O sea el problema no es el temor y la preocupación, sino el marco que le da sentido. Ese marco tan estrecho nos atrapa en un verdadero callejón sin salida en el que sólo se puede pensar cómo estiramos lo que ya hay. Y mucho me temo que la única respuesta posible es: mediante el miedo. Responder al miedo con el miedo, tratar de que los demás prueben el miedo que uno tiene. Ley, represión, castigo. Lo expresó muy claramente alguien en la reunión, refiriéndose al modelo americano para combatir las descargas: “Eso es, que al menos la gente sienta miedo”. Me temo que esa es la educación para la ciudadanía que nos espera si no aprendemos a mirar desde otro marco.

Tienen miedo a la Red. Esto es muy fácil de entender: la mayoría de mis compañeros de mesa piensan que “copiar es robar”. Parten de ahí, ese principio organiza su cabeza. ¿Cómo se ve la Red, que ha nacido para el intercambio, desde ese presupuesto? Está muy claro: es el lugar de un saqueo total y permanente. “¡La gente usa mis fotos como perfil en Facebook!”, se quejaba amargamente alguien que vive de la fotografía en la cena. Copiar es robar. No regalar, donar, compartir, dar a conocer, difundir o ensanchar lo común. No, es robar. Traté de explicar que para muchos creadores la visibilidad que viene con la copia puede ser un potencial decisivo. Me miraban raro y yo me sentía un marciano.

Me parece un hecho gravísimo que quienes deben legislar sobre la Red no la conozcan ni la aprecien realmente por lo que es, que ante todo la teman. No la entienden técnicamente, ni jurídicamente, ni culturalmente, ni subjetivamente. Nada. De ahí se deducen chapuzas tipo Ley Sinde, que confunde las páginas de enlaces y las páginas que albergan contenidos. De ahí la propia idea recurrente de que cerrando doscientas webs se acabarán los problemas, como si después de Napster no hubiesen llegado Audiogalaxy, Kazaa, Emule, Megavideo, etc. De ahí las derrotas que sufren una y otra vez en los juzgados. De ahí el hecho excepcional de que personas de todos los colores políticos (y apolíticos) se junten para denunciar la vulneración de derechos fundamentales que perpetran esas leyes torpes y ciegas.

Tienen miedo a la gente. Cuando había decidido desconectar y concentrarme en el atún rojo, se empezó a hablar de los usuarios de la Red. “Esos consumidores irresponsables que lo quieren todo gratis”, “esos egoístas caprichosos que no saben valorar el trabajo ni el esfuerzo de una obra”. Y ahí me empecé a poner malo. Las personas se bajan material gratuito de la Red por una multiplicidad de motivos que esos clichés no contemplan. Por ejemplo, están todos aquellos que no encuentran una oferta de pago razonable y sencilla. Pero la idea que tratan de imponernos los estereotipos es la siguiente: si yo me atocino la tarde del domingo con mi novia en el cine viendo una peli cualquiera, estoy valorando la cultura porque pago por ella. Y si me paso dos semanas traduciendo y subtitulando mi serie preferida para compartirla en la Red, no soy más que un despreciable consumidor parásito que está hundiendo la cultura. Es increíble, ¿no? Pues la Red está hecha de un millón de esos gestos desinteresados. Y miles de personas (por ejemplo, trabajadores culturales azuzados por la precariedad) se descargan habitualmente material de la Red porque quieren hacer algo con todo ello: conocer y alimentarse para crear. Es precisamente una tensión activa y creativa la que mueve a muchos a buscar y a intercambiar, ¡enteraos!

Lo que hay aquí es una élite que está perdiendo el monopolio de la palabra y de la configuración de la realidad. Y sus discursos traducen una mezcla de disgusto y rabia hacia esos actores desconocidos que entran en escena y desbaratan lo que estaba atado y bien atado. Ay, qué cómodas eran las cosas cuando no había más que audiencias sometidas. Pero ahora los públicos se rebelan: hablan, escriben, se manifiestan, intervienen, abuchean, pitan, boicotean, silban. En la reunión se podía palpar el pánico: “nos están enfrentando con nuestro público, esto es muy grave”. Pero, ¿quién es ese “nos” que “nos enfrenta a nuestro público”? Misterio. ¿Seguro que el público no tiene ninguna razón verdadera para el cabreo? ¿No es esa una manera de seguir pensando al público como una masa de borregos teledirigida desde algún poder maléfico? ¿Y si el público percibe perfectamente el desprecio con el que se le concibe cuando se le trata como a un simple consumidor que sólo debe pagar y callar?

Tienen miedo al futuro. “¿Pero tu qué propones?” Esa pregunta es siempre una manera eficaz de cerrar una conversación, de dejar de escuchar, de poner punto y final a un intercambio de argumentos. Uno parece obligado a tener soluciones para una situación complejísima con miles de personas implicadas. Yo no tengo ninguna respuesta, ninguna, pero creo que tengo alguna buena pregunta. En el mismo sentido, creo que lo más valioso del movimiento por una cultura libre no es que proponga soluciones (aunque se están experimentando muchas, como Creative Commons), sino que plantea unas nuevas bases donde algunas buenas respuestas pueden llegar a tener lugar. Me refiero a un cambio en las ideas, otro marco de interpretación de la realidad. Una revolución mental que nos saque fuera del callejón sin salida, otro cerebro. Que no confunda a los creadores ni a la cultura con la industria cultural, que no confunda los problemas del star-system con los del conjunto de los trabajadores de la cultura, que no confunda el intercambio en la Red con la piratería, etc.

Eso sí, hablé del papel fundamental que para mí podrían tener hoy las políticas públicas para promover un nuevo contrato social y evitar la devastación de la enésima reconversión industrial, para acompañar/sostener una transformación hacia otros modelos, más libres, más justos, más apegados al paradigma emergente de la Red. Como se ha escrito, “la inversión pública masiva en estudios de grabación, mediatecas y gabinetes de edición públicos que utilicen intensivamente los recursos contemporáneos -crowdsourcing, P2P, licencias víricas- podría hacer cambiar de posición a agentes sociales hasta ahora refractarios o poco sensibles a los movimientos de conocimiento libre”(2). Pero mientras yo hablaba en este sentido tenía todo el rato la sensación de arar en el mar. Ojalá me equivoque, porque si no la cosa pinta mal: será la guerra de todos contra todos.

Ya acabo. Durante toda la reunión, no pude sacarme de la cabeza las imágenes de la película El hundimiento: encerrados en un búnker, sin ver ni querer ver el afuera, delirando planes inaplicables para ganar la guerra, atados unos a otros por fidelidades torpes, muertos de miedo porque el fin se acerca, viendo enemigos y traidores por todos lados, sin atreverse a cuestionar las ideas que les arrastran al abismo, temerosos de los bárbaros que están a punto de llegar...(3)

¡Pero es que el búnker ni siquiera existe! Los “bárbaros” ya están dentro. Me gustaría saber cuántos de los invitados a la cena dejaron encendidos sus ordenadores en casa descargándose alguna película. A mi lado alguien me dijo: “tengo una hija de dieciséis años que se lo baja todo”. Y me confesó que no le acababa de convencer el imaginario que circulaba por allí sobre la gente joven. Ese tipo de cosas constituyen para mí la esperanza, la posibilidad de razonar desde otro sitio que no sea sólo el del miedo y los estereotipos denigratorios. Propongo que cada uno de los asistentes a la próxima cena hable un rato sobre el tema con sus hijos antes de salir de casa. O mejor: que se invite a la cena tanto a los padres como a los hijos. Sería quizá una manera de sacar a los discursos de su búnker, porque entonces se verían obligados a asumir algunas preguntas incómodas: ¿es mi hijo un pobre cretino y un descerebrado? ¿Sólo quiero para él que sienta miedo cuando enciende el ordenador? ¿No tiene nada que enseñarme sobre el futuro? El búnker ya no protege de nada, pero impide que uno escuche y entienda algo.

Amador Fernández-Savater (11-1-11)
Fuente de la fotografía:rocketraccoon

NOTAS

1 Alguien en la cena reveló que había descubierto recientemente que en “el lado oscuro” también había preocupación por el tema de la remuneración de los autores/trabajadores/creadores. ¡Aleluya! A pesar de esto, durante toda la reunión se siguió argumentando como si este conflicto opusiera a los trabajadores de la cultura y a una masa de consumidores irresponsables que lo quieren “todo gratis”.

2 “Ciberfetichismo y cooperación”, por Igor Sadaba y César Rendueles

3 Por supuesto, el búnker es la vieja industria. El “nuevo capitalismo” (Skype, Youtube, Google) entiende muy bien que el meollo de la cosa está hoy en que la gente interactúe y comparta, y en aprovecharse de ello sin devolver más que precariedad.

sábado, enero 08, 2011

Larga vida a Nuria Espert

Simplemente pudo ser que después de algo más de una hora torrefacta apagaron la calefacción. Pero lo cierto es que lo sentí. Terminó la obra y noté como se me erizaba el cabello a la altura de la nuca. Nunca me había pasado. Me gustó. Me gustó la experiencia y me gustó Nuria Espert. Confieso que siempre me ha transmitido distancia cuando he escuchado o visto alguna entrevista. Creo que el tono de voz, su cadencia al hablar... me retraen a la acepción peyorativa de 'diva'. Pero siempre procuro dejar los prejuicios en casa cuando me lanzo a un contacto directo.

martes, enero 04, 2011

Televisión diferente

Es un piloto de un programa que se emitirá en ETB 2. Su título es "Escépticos", y está muy muy bien.
Podéis verlo AQUÍ.