domingo, noviembre 14, 2010

Górecki, Henryk

Suenan hoy domingo los lamentos por la muerte de Luis García Berlanga, pero yo aún pienso en otro pérdida que he sentido más, que tiene más que ver conmigo. El pasado viernes murió el compositor polaco Henryk Górecki.

A muchos el nombre os sonará desconocido. Bueno, los compositores de música clásica no suelen ser los invitados de La Noria, como mucho de Iñaki Gabilondo (la otra noche entrevistó a Cristóbal Halffter). Y sin embargo uno de sus discos, una grabación de su Tercera sinfonía fue en 1992 uno de los mayores éxitos de ventas de la historia discográfica.
La interpretación que hicieron los músicos de la London Sinfonietta, dirigidos por David Zinman, con la voz de la soprano Dawn Upshaw, se vendió como churros, claro, no en España, pero sí en media Europa. Aquello no fue fruto de la mercadotecnia. Casualidad, milagro más bien. Ya se sabe, Górecki era católico antes que músico. Hasta llegó a componer una pieza dedicada a su paisano, el Papa Wojtyla, que tituló Totus Tuus.

Ramón Trecet, aquel pope tonto y soberbio de las nuevas músicas en Radio3, me dio a conocer la obra de Górecki, y más concretamente, su famosa 3ª sinfonía. Sus acordes son pura emoción. Difícil escucharlos sin estremecerse (tuve la oportunidad de sentirlo el año pasado en el Auditorio Nacional). Y aún más estremecedora es su música si tenemos en cuenta la historia que se esconde detrás. Que sin embargo no considero imprescindible. La música es el gran lenguaje del hombre, porque es la gran abstracción.

Música de la emoción, de estructura sencilla, vinculada a cierto modo de minimalismo, y que sin embargo logró ser popular, cosa que no perdonan los grandes gerifaltes de la cultura: Górecki no estaba muy considerado, tal vez porque su música podía gustar a muchos. Imperdonable. Juzgad vosotros.

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