Todo creador debería ser primero arquitecto. O sea, un creador de estructuras. Para sostenerse todo edificio necesita de una estructura, de un esqueleto. Luego llega lo orgánico, la herborescencia por la que la obra toma forma final. Pero debajo, ahí adentro, sin que se vea pero sí se sienta, queda la estructura.
Ocurre, sin embargo, que muchos artistas se echan al monte cargados de buenas intenciones, de formas e ideas, de inspiración incluso, pero sin el buen esqueleto necesario. Y luego pasa lo que pasa. Que la novela se cae; que el cuadro no se sostiene; o que la película se pierde en su propio desarrollo. En cine, el esqueleto es la eficacia del guión, la piedra angular. Sin esqueleto se puso a rodar Pedro Almodóvar Los abrazos rotos, y así le salió: posiblemente su peor película. Y sin esqueleto, o mejor dicho, con un mal esqueleto, ha rodado Alejandro González Iñárritu su Biutiful.
La película está llena de buenas intenciones. Encomiable su deseo de rodar en una ciudad del primer mundo pero señalando a lo más oscuro y escondido: al submundo de este mundo. Bueno es el trabajo de sus actores (Javier Bardem tiene la ventaja de contar con una estructura interior que le viene de fábrica: su físico hace todo creíble). Pero el guión de Biutiful tiene tantas lagunas que la película se hace larga y a mitad de metraje ya todo está dicho. El resto es retórica del realismo. O no tanto, porque el empeño por hacer una película hispano-mexicana (no sabemos si más bien han sido obligaciones de la producción) lleva a Iñárritu a filmar algunas situaciones que se me antojan exageradas y forzadas.
Podría señalar unas cuantas imperfecciones sorprendentes (parecen descuidos), pero ya digo que la gran laguna de Biutiful es la falta de estructura en ese guión. ¿Tanto se nota la ausencia de Guillermo Arriaga junto a Iñárritu? Pues eso parece. La historia no crece, se estanca, y llega a aburrir aunque sigan pasando cosas. Pero no es una mala película... es una película fallida.
Ocurre, sin embargo, que muchos artistas se echan al monte cargados de buenas intenciones, de formas e ideas, de inspiración incluso, pero sin el buen esqueleto necesario. Y luego pasa lo que pasa. Que la novela se cae; que el cuadro no se sostiene; o que la película se pierde en su propio desarrollo. En cine, el esqueleto es la eficacia del guión, la piedra angular. Sin esqueleto se puso a rodar Pedro Almodóvar Los abrazos rotos, y así le salió: posiblemente su peor película. Y sin esqueleto, o mejor dicho, con un mal esqueleto, ha rodado Alejandro González Iñárritu su Biutiful.
La película está llena de buenas intenciones. Encomiable su deseo de rodar en una ciudad del primer mundo pero señalando a lo más oscuro y escondido: al submundo de este mundo. Bueno es el trabajo de sus actores (Javier Bardem tiene la ventaja de contar con una estructura interior que le viene de fábrica: su físico hace todo creíble). Pero el guión de Biutiful tiene tantas lagunas que la película se hace larga y a mitad de metraje ya todo está dicho. El resto es retórica del realismo. O no tanto, porque el empeño por hacer una película hispano-mexicana (no sabemos si más bien han sido obligaciones de la producción) lleva a Iñárritu a filmar algunas situaciones que se me antojan exageradas y forzadas.
Podría señalar unas cuantas imperfecciones sorprendentes (parecen descuidos), pero ya digo que la gran laguna de Biutiful es la falta de estructura en ese guión. ¿Tanto se nota la ausencia de Guillermo Arriaga junto a Iñárritu? Pues eso parece. La historia no crece, se estanca, y llega a aburrir aunque sigan pasando cosas. Pero no es una mala película... es una película fallida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario