Para extender la revolución (comunista, maoísta u otra del estilo) hay dos vías: mandar al Che a Angola… o comprar África. Los chinos han aplicado esta segunda vía. Jarabe que están recetando para todo. Eso de “si no puedes con tu enemigo únete a él” pero llevado a la siempre sabia colección de axiomas tan clásicos del lejano Oriente. No sé si habrá un proverbio chino al uso -seguro que sí- para aplicar a esta forma de moverse. Pero qué mejor manera que sostener un régimen apoyándose en la teoría económica totalmente contraria. Por ejemplo. Con mi producción barata inundo el mercado con mercancía sin competencia. La calidad es lo de menos en muchos casos, pero el consumidor se pirra por mis productos sencillos y a buen precio. Los empresarios, ni te cuento. Dinero rápido.
Da igual los gastos de exportación (gastos medioambientales, claro, que no ‘económicos’). Primer torpedo, a la línea de flotación: a la industria occidental que apenas puede competir. Segundo torpedo, con ese dinero que estoy acumulando, a los propios Estados. Compro su deuda (en el mercado capitalista) y siempre gano: bien con intereses de una forma, los bancarios, o de intereses de otra. Pues eso mismo está llevando a cabo en África. Lo que yo llamo ‘el Plan Ch’. El continente, estrujado por el hombre blanco durante siglos, tiene todavía mucho que decir. Por lo menos, cuenta con materias primas. Pero lejos del paternalismo occidental y su estilo colonialista clásico, los chinos han llegado como hormiguitas. Trabajan mucho y vienen con pasta. Financian infraestructuras y las ejecutan. Y de qué pie cojee el gobierno de turno le da exactamente igual. De esta forma, China ya es un socio prioritario de 48 de los 53 países africanos. Y todos encantados de haberse conocido. Gran análisis -y profundo- de Serge Michel y Michel Beuret; una patada en la tripa a ‘los países ricos’, a su conciencia, a sus negocios menos limpios y, por añadidura, a la propia China y sus métodos. Y unas fotografías reportajes por sí solas del premiado Paolo Woods. África se merece mucho más que la limosna de la ayuda al desarrollo. Por más o menos peso que suponga para nuestro endiosado PIB.
Da igual los gastos de exportación (gastos medioambientales, claro, que no ‘económicos’). Primer torpedo, a la línea de flotación: a la industria occidental que apenas puede competir. Segundo torpedo, con ese dinero que estoy acumulando, a los propios Estados. Compro su deuda (en el mercado capitalista) y siempre gano: bien con intereses de una forma, los bancarios, o de intereses de otra. Pues eso mismo está llevando a cabo en África. Lo que yo llamo ‘el Plan Ch’. El continente, estrujado por el hombre blanco durante siglos, tiene todavía mucho que decir. Por lo menos, cuenta con materias primas. Pero lejos del paternalismo occidental y su estilo colonialista clásico, los chinos han llegado como hormiguitas. Trabajan mucho y vienen con pasta. Financian infraestructuras y las ejecutan. Y de qué pie cojee el gobierno de turno le da exactamente igual. De esta forma, China ya es un socio prioritario de 48 de los 53 países africanos. Y todos encantados de haberse conocido. Gran análisis -y profundo- de Serge Michel y Michel Beuret; una patada en la tripa a ‘los países ricos’, a su conciencia, a sus negocios menos limpios y, por añadidura, a la propia China y sus métodos. Y unas fotografías reportajes por sí solas del premiado Paolo Woods. África se merece mucho más que la limosna de la ayuda al desarrollo. Por más o menos peso que suponga para nuestro endiosado PIB.
China en África está editado por Alianza Editorial
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