Un poco vividor, sí. Pero es lo que tiene la noche. Siempre he admirado a los discjockeys que aportan valor añadido. Para pinchar discos, vale cualquiera. Para crear una línea musical coherente, la cifra se reduce. Y casi se queda en la mínima expresión si añadimos otra incógnita a la ecuación: fusionarse con el público.
Recuerdo hace unos años que se empezó a poner de moda los discos de mezclas. Juraría que no tengo ninguno de aquella época, pero la horquilla era impresionante entre los mix terriblemente malos y los excelentes (para los que les gustara todo aquello). Confieso que siempre me picó la curiosidad por hacer un poco de scratch en mi tocadiscos, pero era cobardica. El cabezal de la aguja necesitaba algo de peso para que no saltara de surco en surco y no era plan que la peseta que tenía colocada para ejercer esa función se acabara cayendo. Respeto demasiado los vinilos para destrozarlos por muy horribles que sean los atentados auditivos que contengan.
No era (ni soy) de discotecas (he veraneado una vez en Ibiza y no he pisado ninguna, ahí queda eso). También he tenido la suerte de que los únicos diyéis que conozco personalmente, Txema Pinto y Dani Reoyo, son muy buenos y lo poco que he escuchado en vivo después no ha estado a la altura. O las circunstancias no eran las mismas, que todo influye. Y entre lo enlatado, de las pocas excepciones de artistas que me han encadilado en estos lares musicales, el galo David Guetta. Y parece hasta un chico majo. Mañana pone a la venta su último disco, doble para más señas (sólo un cedé en la versión estadounidense, chincha). Que nadie se sorprenda. Pero suena bien. Muy bien.
Más info sobre Nothing but the beat en su propia página web http://www.davidguetta.com/
Tras Where them girls at, que ya ha sido un éxito todo este verano, el segundo sencillo del álbum, Little bad girl, tiene también su videoclip listo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario